martes, 6 de abril de 2010

LOS JUEGOS DE INFANTES

LOS JUEGOS

La literatura oral, como dice Ana Pelegrín, es una forma básica, un modo literario esencial en la vida del niño pequeño, porque la palabra está impregnada de afectividad (…)Esta literatura vivida graba una huella mnémica; esto es , la memoria almacena las imágenes afectivas junto con las estructuras y formas de lo oral, cantada y decantada por la memoria colectiva. La lírica popular de tradición infantil es más que nada un juego sensorial en el que destacan construcciones lingüísticas. El emisor es siempre el adulto, aunque no podemos olvidar el papel que desempeña el propio niño en su perpetuación y transmisión.

Me gusta recuperar la memoria de cuentos, juegos, adivinanzas, que formaron la delicia de nuestra infancia. Quiero rememorar desde aquí aquellos momentos que el tiempo ha ido borrando de la cultura popular y de nuestra memoria colectiva, y que quede un somero reflejo de los tiempos en que el juego en sus distintas vertientes fue una religión que estuvo presente en todas y cada una de las casas cuando de distraer a los pequeños se trataba.
No quiero traer aquí el origen de los juegos, pues eso entra en los parámetros de la investigación y nada más lejos de mí que meterme en berenjenales de lo que sé muy poco o nada. Dejo la investigación para los capaces, que seguro que hay muchos y buenos, pues yo no poseo ni los conocimientos científicos y ni siquiera aquellos elementos más rudimentarios para tal cometido. Yo simplemente deseo plasmar en unas cuartillas algunos elementos de distracción infantil que por una causa u otra quedaron en mi memoria.
Ya sabéis que la tradición cuando aún está viva, se encarnada, por decirlo de alguna manera, en el corazón del pueblo. Hoy, cuando queremos saber algo de tiempos pretéritos no tenemos más remedio que echar mano de aquellos hombres y mujeres de avanzada edad que aún conservan la esencia de costumbres pasadas. No en vano la ley del progreso nos reporta el olvido de las tradiciones.
No hace tanto tiempo no era difícil ver a niñas de diez a quince años jugando a las chinas como lo más natural del mundo, a la vez que el mismo juego era enseñado a otras que les sucedían. Pero tal vez en los tiempos que nos ha tocado vivir, los niños desean pasar en el menor tiempo posible a la denominación de adultos con todo lo que ello conlleva.
Las madres de antaño, quizá porque su infancia se prolongó en el tiempo, podían enseñar aquellos juegos que aprendieron de los mayores. Pero hoy difícilmente pueden enseñar algo que ellas no ha aprendido y de esta manera transmitir sus vivencias a los descendientes. Hoy el mundo de la prisa por la prisa nos deja inertes ante tan desorbitado espectáculo de llegar cuanto antes hacia ningún destino, a no ser la búsqueda del objetivo económico. Han cambiado los valores sociales y los niños nacen sabiendo.
Como considero el preámbulo lo suficientemente explícito como para que cada uno sepa de qué hablo, paso a rememorar aquellas canciones y juegos de mi infancia que reiteradamente escuché en mi familia entre los que destaco a mis abuelos, tanto maternos como paternos, a mis tías y tíos, y naturalmente a mis padres. Yo, dentro de mis posibilidades educativas, también he intentado que estos juegos perduraran y así he actuado con mis hijos cuando estos eran pequeños, transmitiéndoselos de la misma forma que yo los aprendí.
El primero que se me viene a la mente es aquél en que escarranchado sobre la rodilla de mi padre, y moviendo ésta sobre la punta del pie hacia arriba y abajo imitando el trote de un caballo, se decía:
- Arre borriquito
vamos a Belén,
que mañana es Pascua
y al otro también.
Arre burro arre,
arre, arre, arre,
arre burro arre,
que llegamos tarde.

Ni que decir tiene la cara de satisfacción que poníamos ante el trote burranquil jaleado con las risas pertinentes.

¿Quién no recuerda haber cogido las manitas de un bebé y hacer que tocaran palma con palma hasta que el niño instintivamente a base del mismo movimiento repetido una y otra vez, se soltaban con las manos dando palmadas nada más empezar la retahíla?

- Tortitas, tortitas,
pa tu madre las más bonitas.
Tortones, tortones,
pa tu padre los coscorrones.

No me diréis que no es sexista la cancioncita, ¿eh? Pa la mama las más bonitas y pa el papa, pues eso, que se fastidie y coscorrón al canto. Pobrecitos los papás. Me entran ganas de llorar.

Quizá sea éste que ahora explico de los primeros que a un niño se le hace para llamar su atención. Se puede ejecutar con una persona o con dos. Me refiero al Cu-Tras.
Alguien se esconde de la visión del peque diciéndole Cu, para acto seguido aparecer por otro lugar y articular el Tras. Ni que decir tiene que en la búsqueda a veces coincide la mirada del niño intentando descubrir la procedencia de la voz del Cu y el Tras con la consiguiente risa y alboroto por parte del infante, como diciendo : te pillé. ¡Que delicia su risa!

A los infantes, mientras más movimientos se les den en los juegos, más alegría y alborozo denotan con sus risas y aspavientos. Este juego que ahora traigo rememorando viejos tiempos es aquél, que sentado el niño sobre la falda, cara a cara, y cogiéndole las manos, se le mece hacia atrás y hacia adelante, y al terminar la retahíla se le hace cosquillas en la garganta lo que le produce gran alboroto y risas. Dice así:

Recotín, recotán.
A la vera de San Juan.
Los de Pedro piden queso,
los de Juan piden pan.
Recotín, recotán,
recotín, recotán.

Yo no sé cómo no habremos descoyuntado a algún chiquito con tanto meneo hacia atrás y adelante. Pero todo sea por las risotadas pertinentes e impertinentes de los críos.

El Gatito era otro de los juegos que provocaban la hilaridad de los infantes. Se le cogían las manitas y se las íbamos restregando de arriba abajo por la mejillas,de una forma suave. Al final, se le daban unos golpecitos seguidos lo que le producía grandes risotadas por su parte. Dice de este modo:

- Misino gato,
¿qué has comido?
- Sopitas con vino.
- ¿Y no me has guardado?
- Sape, sape, que te mato,
sape, sape que te mato.
Al decir sape, sape que te mato es cuando se le golpeaba repetidamente para su total regocijo.
Hay que ver con qué poquita cosa se puede entretener a un crío durante horas y horas; claro, siempre que la madre tuviera tiempo de divertir y divertirse. Porque reconoceremos que el agradecimiento por parte del sujeto paciente es infinito.

¿Y aquél que señalándole los deditos vamos enumerando distintos quehaceres a través de un hipotético huevo empezando por el meñique que es el pequeñín?

Éste puso un huevo,
éste lo cogió,
éste lo “friyó”,
éste le echó la sal
y éste se lo comió, se lo comió…

Como veis el dedo gordo, vulgarmente conocido por pulgar, se hinchó de comer y así está de hermoso y orondo.

Otra variante del mismo es como sigue:

Periquito,
su hermanito,
éste pide pan,
éste dice que no hay
y éste dice acostar, acostar sin cenar.

Éste último dedo moviéndolo de una lado a otro, lo que al menos produce una sonrisa en el sujeto agente.

Supongo que todos sabéis los lobitos que tuvo la loba. ¡Cinco, cinco tuvo! Ni uno más y ni uno menos. Yo sé de alguien que tenía seis dedos y también se lo cantaban igual.

Cinco lobitos tenía la loba.
Todos los cinco detrás de una escoba.
Cinco parió, cinco crio,
y a todos cinco tetita le dio.

Se ejecuta abriendo la mano con los dedos bien separados y girando la muñeca a derecha e izquierda (como desenroscando una bombilla), procurando que el niño imite el movimiento.

Anda que no nos hemos divertido hasta bien grandecetes con el juego de Pipirigaña. Funcionaba así, creo recordar, pero algo no tengo claro. Sobre la mesa camilla poníamos las manos con el dorso hacia arriba y el director del juego va pellizcando una a una cada mano allí expuesta hasta acabar la siguiente relación:

Pipirigaña,
jugaremos a cabaña.
¿Cómo jugaremos?
Las manitas cortaremos.
¿Quién las cortó?
El agua que cayó.
¿Dónde está el agua?
La gallinita se la bebió.
¿Dónde está la gallinita?
Poniendo un güebo.
¿Dónde está el güebo?
El fraile se lo comió.
¿Dónde está el fraile?
Diciendo misa.
Arremángate, niña,
la camisa.

En la mano donde termina la retahíla, el niño o niña se la pone en la frente y la otra en el pecho y continúa el juego hasta que terminan todas las manos en esa posición. A continuación, el director, al primero que terminó con las manos fuera de la mesa empieza el siguiente diálogo:
- ¿Dónde vas?
- A lavar.
- ¿Qué llevas de merienda?
- Pan y aceitunas.
- ¿Me das una?
- No, que llevo pocas.
- ¿Me quieres lavar una camisa?
- No, que llevo poco jabón.
- ¿Qué quieres, cosquillita o cosquillón?
- Ni cosquillitas ni cosquillón.

Por hoy la lección no da para más. Así, que dejo para otros, aquellos juegos para niños que ya no andan a gatas y que tanto alboroto manifestaban en la plaza con ensordecedores y denodados chillidos, carreras, persecuciones, escondidos tras los muretes de la Iglesia, ojo avizor y avisando con el índice en los labios un secreto definido.
Qué alegría me da ver a los chiquillos en mi estancia veraniega enzarzados en juegos en la plaza. Aquellos juegos que en nuestra niñez fueron la distracción permanente de los que ya pasamos de los sesenta: la gata paría, la gallinita ciega, a tapar la calle, al escondite, la taba, a uso, la billarda, policías y ladrones, a apio….
A mí me gustaría jugar a alguno de estos juegos y rememorar viejos tiempos.
-¿Jugamos a la gallinita ciega?
- Vale, echamos paja y a ver quién se queda de gallinita.

Antonio Fdez. Bozano

2 comentarios:

Diego Mateos dijo...

Maravilloso todo lo que has publicado. Nací en la Granja y aunque llevo en Madrid 55 años siempre la llevo en el corazón. Gracias.

fernandezbozano dijo...

Diego,gracias por tu comentario.Seguro que nos conocemos.Yo también falto desde hace tiempo,aunque voy tres o cuatro veces al año.